La muerte de Mario Vargas Llosa a los 89 años no solo cierra el capítulo vital del último gigante del Boom Latinoamericano, sino que nos obliga a revisitar una obra literaria que funcionó como espejo de las contradicciones del continente. Con más de 50 libros publicados —entre novelas, ensayos y obras teatrales—, el escritor arequipeño construyó un universo narrativo donde lo personal y lo político se entrelazaban con maestría técnica y audacia temática.
Un escritor nacido en la tormenta política
Su debut literario, La ciudad y los perros (1963), fue un golpe seco a las conciencias. Inspirada en sus años en el Colegio Militar Leoncio Prado, la novela desnudaba las jerarquías violentas de una sociedad peruana que aún respiraba bajo los ecos de la dictadura de Odría. El ejército quemó ejemplares en Lima, pero el mundo celebró el nacimiento de una voz única. Esta obra, junto a La casa verde (1966), lo colocó junto a García Márquez, Cortázar y Fuentes en el llamado Boom, movimiento que revolucionó la literatura en español con técnicas narrativas innovadoras y una mirada crítica sobre la realidad social.
Las novelas que definieron su genio
En Conversación en La Catedral (1969), Vargas Llosa llevó al extremo su fascinación por estructuras complejas. La novela, que sigue los diálogos entre un periodista y el exchofer de su padre en un bar limeño, teje una red de historias que retratan la corrupción durante el gobierno de Belaúnde Terry. Con saltos temporales y múltiples narradores, demostró que la política podía contarse como una tragedia shakespeariana.
Pero el autor también sabía reírse de sí mismo. La tía Julia y el escribidor (1977) transformó su escandaloso matrimonio juvenil con su tía política en una comedia ácida sobre el mundillo literario y los prejuicios de clase. La autoficción, mucho antes de que el término se popularizara, le permitió mezclar el humor con una sátira social tan filosa como sus dramas políticos.
El historiador de las grandes pasiones
Su etapa de madurez creativa llegó con La guerra del fin del mundo (1981), epopeya basada en la rebelión mesiánica de Canudos (Brasil). Aquí, el Vargas Llosa narrador superó al ensayista: personajes como el periodista miope o el líder fanático Antonio Conselheiro mostraban su capacidad para convertir la historia en ficción total. Ese mismo impulso lo llevaría décadas después a La fiesta del chivo (2000), donde diseccionó la dictadura de Trujillo en República Dominicana a través de Urania Cabral, un personaje femenino tan complejo como los hombres que poblaban sus primeras obras.
El legado del «inmortal»
Miembro de la Academia Francesa —donde ocupó el sillón que antes perteneció a Voltaire— y ganador del Nobel en 2010, Vargas Llosa nunca abandonó su doble rol de creador y polemista. Sus novelas posteriores, como El sueño del celta (2010) o Tiempos recios (2019), confirmaron su obsesión por los conflictos entre ideología y humanidad. Mientras Perú lo despide con honores nacionales, su obra sigue siendo un mapa para entender no solo América Latina, sino los claroscuros de la condición humana.