En un mundo que nunca parece detenerse, la fatiga se ha convertido en una compañera constante para millones. Según un informe de New Scientist, el 20% de los adultos sanos en 32 países reportan un agotamiento que interfiere con su vida diaria. Pero ¿por qué, a pesar de dormir, seguimos sintiéndonos exhaustos? La respuesta, advierten los especialistas, es un rompecabezas con múltiples piezas: desde hábitos que sabotear el descanso hasta condiciones médicas no diagnosticadas.
La neuróloga Aarthi Ram, experta en medicina del sueño del Houston Methodist, aclara una confusión frecuente: «El cansancio no siempre significa sueño». Mientras el sueño es la necesidad fisiológica de dormir (que se acumula tras horas de vigilia), la fatiga es un agotamiento profundo que persiste incluso después de descansar. «Si a las 6 PM ya no puedes concentrarte sin razón aparente, hablamos de fatiga», explica.
El enemigo invisible: la deuda de sueño
La causa más evidente —y común— es la falta de sueño reparador. Los adultos necesitan entre 7 y 9 horas diarias, pero pocos las cumplen. Peor aún: muchos reducen su descanso los fines de semana, alterando el ritmo circadiano. La doctora Ram destaca que no basta con dormir más: «La calidad importa tanto como la cantidad». Recomienda:
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Mantener horarios regulares.
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Crear un ambiente fresco, oscuro y silencioso.
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Evitar pantallas y cenas pesadas antes de acostarse.
Cuando el problema va más allá del colchón
Si el agotamiento persiste pese a dormir bien, otros factores entran en juego:
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Dieta deficiente: El exceso de azúcares y ultraprocesados provoca picos de energía seguidos de colapsos.
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Sedentarismo: La inactividad debilita la resistencia física y empeora la calidad del sueño.
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Estrés crónico: Libera cortisol, una hormona que, en niveles altos, agota las reservas energéticas.
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Alcohol y drogas: Alteran las fases del sueño profundo, clave para la recuperación.
Señales de alerta: cuándo consultar a un médico
Mientras la fatiga ocasional puede resolverse con mejores hábitos, el cansancio crónico —que dura meses— podría esconder problemas como anemia, hipotiroidismo, apnea del sueño o incluso depresión. «Si ajustas tu estilo de vida y no hay mejora, busca ayuda profesional», insiste Ram.
El agotamiento genera un efecto dominó: el estrés quita el sueño, la falta de sueño reduce la energía para hacer ejercicio, y el sedentarismo empeora el estrés. La solución, según los expertos, es un enfoque integral: combinar higiene del sueño, alimentación balanceada, actividad física regular y técnicas de relajación como mindfulness.
En una era que glorifica el «estar ocupado», reconocer la fatiga como un problema serio es el primer paso para recuperar no solo la energía, sino la calidad de vida.