Dom. May 18th, 2025

Durante siglos, la monogamia ha sido el modelo hegemónico de relación en gran parte del mundo occidental, sostenido por normas culturales, estructuras religiosas y sistemas legales. No obstante, el auge del poliamor —la práctica de mantener vínculos afectivos y sexuales con más de una persona, con el conocimiento y consentimiento de todas las partes— está desafiando esa visión tradicional del amor romántico. Lejos de ser una moda pasajera, el poliamor refleja una transformación más profunda en la forma en que concebimos nuestras relaciones y nuestras necesidades emocionales.

Desde una perspectiva científica, la exclusividad no es una característica biológicamente obligatoria en el ser humano. Estudios neurobiológicos han demostrado que el cerebro puede liberar dopamina y oxitocina, las hormonas del placer y del apego, en múltiples relaciones afectivas al mismo tiempo. Esto significa que el amor múltiple no solo es posible, sino que puede tener fundamentos en nuestra propia naturaleza. La psicología evolutiva también aporta argumentos: históricamente, tanto hombres como mujeres han mostrado estrategias de apareamiento diversas que no necesariamente se alinean con la monogamia estricta. Mientras algunos individuos pueden buscar estabilidad emocional, otros optan por diversificar sus vínculos como una forma de adaptarse al entorno social o personal.

Pero el poliamor no se limita a impulsos biológicos. Implica, sobre todo, un alto grado de autoconocimiento, comunicación y gestión emocional. A diferencia del modelo monógamo, que muchas veces se basa en la exclusividad como garantía de compromiso, el poliamor se construye sobre el acuerdo explícito, la negociación constante y la aceptación de emociones como los celos o la inseguridad. Lejos de evadirlos, quienes practican el poliamor suelen enfrentarlos de manera abierta, trabajando activamente para construir relaciones honestas y sostenibles.

Este nuevo paradigma también tiene un impacto económico. El poliamor ha dado lugar a un mercado emergente que incluye desde aplicaciones de citas especializadas hasta literatura, talleres, podcasts y retiros enfocados en este estilo de vida. Para algunos críticos, esta expansión comercial podría estar desvirtuando el espíritu original del poliamor, transformándolo en una mercancía dentro del llamado “capitalismo afectivo”. Sin embargo, para muchas personas, estas herramientas representan espacios de comunidad, visibilidad y aprendizaje, especialmente en un entorno que aún marginaliza a quienes se salen del molde relacional tradicional.

A pesar de sus avances, el poliamor todavía enfrenta múltiples obstáculos. Las personas poliamorosas suelen ser blanco de prejuicios y estereotipos que las tildan de irresponsables o emocionalmente inmaduras. Además, la falta de reconocimiento legal impide que puedan acceder a derechos básicos en casos como la crianza compartida, la herencia o la toma de decisiones médicas en pareja. La lucha por la legitimidad del poliamor, por tanto, no solo es emocional, sino también política.

En un mundo donde las formas de amar se diversifican y las estructuras tradicionales empiezan a tambalearse, el poliamor no pretende reemplazar a la monogamia, sino ofrecer una alternativa válida y consensuada. Es, en última instancia, una invitación a pensar el amor como algo dinámico, negociable y profundamente humano. ¿Estamos listos para dejar atrás la idea de que hay una sola forma correcta de amar?

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