Por Bruno Cortés
Con el aire solemne que solo puede tener un político curtido en las lides parlamentarias y en los laberintos de la diplomacia, Ricardo Monreal Ávila, presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, anunció lo que muchos ya esperaban: la revisión y actualización de la Ley de Extradición será una de las prioridades del próximo periodo ordinario de sesiones. Y es que, como en un mal remake de un thriller jurídico, las extradiciones se han convertido en el pan de cada día en la relación México-Estados Unidos. Según Monreal, toca ahora al Congreso poner orden en el guion y asegurar que no se repita la historia del “manda y obedece” con el vecino del norte.
El legislador morenista subrayó la necesidad de que México reciba reciprocidad en estos procesos, para no seguir siendo el “hermano menor” que solo firma y entrega sin preguntar. Pidió revisar los alcances de los acuerdos de culpabilidad firmados por los extraditados una vez que pisan suelo estadounidense. Una petición que, entre líneas, parece gritar: ya basta de ser convidados de piedra en los juicios de nuestros propios ciudadanos.
En un tono que mezcla firmeza con un dejo de resignación ante la complejidad del escenario internacional, Monreal aprovechó el foro para reforzar un mantra que ya se escucha con eco en los pasillos del Congreso: todo apoyo a la presidenta Claudia Sheinbaum, ante lo que calificó como una “embestida” sin precedentes de gobiernos extranjeros. El experimentado político no perdió la oportunidad para meter el dedo en la llaga, recordando que nunca antes un mandatario mexicano había enfrentado tantas acciones hostiles desde Washington. Ni con Trump, ni con Biden, ni con el mismísimo Tío Sam disfrazado de amigo cordial.
El menú legislativo que adelantó Monreal no deja lugar al aburrimiento. Además de la Ley de Extradición, las prioridades incluyen la reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas —promesa que suena bien en el discurso, aunque más de un empresario ya debe estar buscando el paracetamol—, la regulación más estricta del comercio de vapeadores, y la revisión a fondo del Poder Judicial. En este último punto, la figura de los jueces sin rostro se perfila como la estrella de una reforma que busca proteger a quienes cargan con el peso de impartir justicia en un país donde eso, a veces, es deporte extremo.
Como si se tratara de un menú de degustación política, Monreal agregó a la lista la prometida reforma electoral, aunque con la franqueza de quien no quiere vender humo: aún no hay ni borrador. La presidenta, dijo, ha planteado cinco grandes ejes: desde la reducción de plurinominales hasta la fiscalización severa de partidos políticos. Un paquete que promete dar de qué hablar, aunque por ahora solo sea un boceto en el pizarrón de las buenas intenciones.
En el apartado económico, el diputado quiso dejar claro que México sigue abierto a la inversión y que la recién aprobada Ley de Competencia Económica brinda el marco jurídico necesario para proteger tanto al capital foráneo como al nacional. Todo, claro está, bajo el paraguas del fortalecimiento del mercado interno, el ya famoso “Hecho en México” que intenta rescatar el orgullo por lo propio sin caer en tentaciones proteccionistas del siglo pasado.
El mensaje final de Monreal, cargado de ese tono patriótico que nunca falta cuando se habla de relaciones exteriores, fue un llamado a la unidad. A su juicio, la presidenta Sheinbaum ha demostrado temple y prudencia frente a los embates de Estados Unidos y merece el respaldo incondicional de todas y todos los mexicanos. Porque, como dejó entrever, cuando el vecino del norte estornuda, México no debería correr por los pañuelos, sino por una estrategia.
Así, el próximo periodo ordinario se anuncia como un auténtico festival legislativo: extradiciones, justicia, derechos laborales, vapeadores, y quién sabe cuántos otros temas que, entre debates y reformas, intentarán definir el rumbo de un país que, como siempre, camina entre la diplomacia y la dignidad.