Dom. May 18th, 2025

Los adolescentes con trastornos mentales no solo pasan más tiempo en redes sociales, sino que también interactúan con ellas de una manera que los hace más vulnerables emocionalmente. Así lo demuestra una investigación publicada en la revista Nature Human Behaviour por la Universidad de Cambridge, en colaboración con el NHS Digital, que analizó los hábitos digitales de más de 3.300 jóvenes de entre 11 y 19 años en el Reino Unido, combinando encuestas sobre el uso de redes sociales con evaluaciones clínicas sobre salud mental.

El estudio es uno de los primeros en centrarse específicamente en adolescentes que ya presentan síntomas clínicos de salud mental, como ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático (TEPT), TDAH o trastornos de conducta. Y sus hallazgos son significativos: estos jóvenes pasan, en promedio, 50 minutos más al día en redes sociales que aquellos sin trastornos mentales, y reportan un mayor nivel de insatisfacción, dependencia emocional y exposición a factores que agravan su malestar psicológico.

Una de las diferencias más marcadas detectadas por el estudio es la propensión a compararse con otros. Casi uno de cada dos adolescentes con trastornos internalizantescomo ansiedad o depresión— afirma que se compara frecuentemente con lo que ven en redes, una cifra que duplica a la de sus pares sin problemas mentales. Esta comparación constante, un fenómeno conocido como “comparación social”, puede intensificar sentimientos de inferioridad, soledad y rechazo, especialmente en un entorno donde la validación se mide en números de seguidores, ‘likes’ y comentarios.

Además, estos jóvenes presentan una menor capacidad para controlar el tiempo que pasan conectados y muestran una mayor sensibilidad emocional ante las interacciones digitales. Alrededor del 28% de ellos reconocen cambios de humor en función de los comentarios recibidos o la falta de interacción, frente al 13% en el grupo sin trastornos. También son menos propensos a expresar su estado emocional con sinceridad en línea, lo que podría reflejar una tendencia a reprimir su malestar o a utilizar las redes como una forma de evasión.

Por otro lado, los jóvenes con trastornos externalizantes, como el TDAH o ciertas alteraciones conductuales, también presentan particularidades en su relación con las redes sociales, aunque las diferencias más significativas se observaron en aquellos con trastornos de tipo emocional interno. Según Luisa Fassi, autora principal del estudio, es difícil establecer con certeza si las redes sociales agravan los síntomas preexistentes o si los trastornos condicionan el modo en que los adolescentes usan estas plataformas. Lo que está claro es que existe una correlación preocupante entre salud mental y experiencias digitales.

Fassi advierte que las redes sociales, al convertir las relaciones en cifras visibles, potencian las comparaciones entre iguales en un momento vital como la adolescencia, cuando el desarrollo de la identidad está estrechamente ligado a la pertenencia social. Esta dinámica puede volverse especialmente dañina para quienes ya experimentan angustia emocional o problemas de autoestima.

Aunque los resultados no permiten concluir que las redes sean la causa directa de los trastornos mentales, sugieren que pueden reforzar patrones negativos ya presentes. Por eso, la investigadora subraya la necesidad urgente de estudiar en profundidad cómo afectan las distintas plataformas, contenidos y formas de interacción a adolescentes con distintas condiciones, como los trastornos alimentarios o el TDAH, que siguen siendo poco explorados en este tipo de investigaciones.

Entender cómo se relacionan estos jóvenes con el entorno digital es clave para diseñar intervenciones efectivas, ya sea desde el ámbito clínico, educativo o familiar. En un mundo donde la vida social adolescente está cada vez más mediada por pantallas, identificar estos matices podría marcar la diferencia entre un uso que acompaña el desarrollo personal y uno que, silenciosamente, lo entorpece.

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